lunes, 21 de abril de 2014

Viaje astral

Cariño, ya he llegado a casa. Te aviso tal y como me has pedido, para que duermas tranquilo y nada perturbe tus dulces sueños. Me gusta que me pidas estas pequeñas cosas. Te siento como cuando mi papá me abrazaba muy fuerte mientras yo le acariciaba el bigote hasta quedarme dormida. Tengo que confesar que me gustas, me gustas mucho. Pero tengo que pedirte que me guardes el secreto y no se lo digas a nadie. Ya sabes cómo son estas cosas, aquí todo el mundo habla más de los demás que de sí mismo y al final acabarías enterándote, cosa que no puedo permitir.

A continuación te explicaré mi viaje, des que nos hemos separado hasta ahora mismo que te escribo. Así podrás comprobar que soy una niña grande y se cuidar de mi misma. Allá voy:
Aparentemente iba sola, pero realmente he ido todo el viaje acompañada por todo tipo de personajes más o menos reales y más vivos o más muertos. “The Libertines”, “The Pixies” e incluso “Dorian” me ha hecho compañía. Éstos últimos me han  dicho que te diga esto: “Todo lo que siento por ti solo sabía decirlo así”. No entiendo lo que me quieren decir, la fama se les está subiendo a la cabeza y se creen los nuevos trovadores del momento, así que no les hago caso.

He atravesado yo solita un campo de lechugas  pisoteadas por una vaca con mala leche enfadada por tener las ubres pequeñas,- chismorreos del campo, ya sabes. Entonces he cogido una lechuga y me la he puesto de sombrero para que me protegiera del sol naciente de primavera. La verdad es que no quedaba nada mal la combinación del verde de la lechuga y el rojo de mi cabello, estaba bien guapa. Va, te voy a regalar otra frase de mis compañeros de viaje, que hoy estoy generosa: “Cuando aprendes a llorar por algo también aprendes a defenderlo”. ¿Te ha gustado verdad? Sabía que te gustaría.

 Una chica muy guapa princesa de un país lejano, después de atravesarme con su mirada me ha preguntado algo extraño y yo, en mi idioma inventado, he improvisado una respuesta. Me ha explicado que estaba triste  porque acababa de despedirse de su enamorado caballero español y su elegante corcel. ¿Puedo hacer algo por ti?- le dije. Con palabras me contestó que necesitaba un cigarrillo y con la mirada que un abrazo y yo, como soy de letras, sólo le he dado un cigarrillo. Seguro que me lo perdonará, las princesas siempre lo hacen.

He seguido mi travesía a paso lento pero sin pausa hasta que se me ha cruzado el señor río Ebro, así que me he decidido a saltar de cabeza y salir a flote evitando quedarme clavada en el fondo del río. He elegido estilo mariposa para este remojón, aunque aún tengo que perfeccionarlo un poco; la respiración se me acelera y me entra agua dulce en los ojos, que los mantengo abiertos para no perderme detalle. Te dejaré enseñarme un par de trucos, incluso te cederé mis alas para que me acompañes en el movimiento y arranque el vuelo.

Una vez al otro lado del río un lugareño con la casa a cuestas se acercaba a mí a paso de caracol. Se ha ofrecido a secar mis ropas entre sus brazos, cosa que he rechazado amablemente con la mejor de mis sonrisas impostadas ofreciéndole un cigarrillo. Él como agradecimiento ha cogido un ramillete de margaritas y me las ha regalado diciéndome que estoy más buena que el pan. Después de esto me he quedado diez segundos quieta, sin acabar de entender sus palabras pero con la sonrisa impoluta. Cuando por fin he salido de mi pequeño standby mental me he decidido por pronunciar el adiós más neutro que he encontrado en mi repertorio, poner la mirada en el horizonte y continuar.

Después de esto he sido atacada por una manada de cebras asesinas y  dinosaurios voladores que se querían comer mis mayas verdes y mi gorro lechuga, pero he tenido la suerte de tener una buena oratoria a la hora de explicarles que no era pasto, las piernas y un buen spreen.  Me he parado a reposar a la sombra de una viña, aunque no eran “vinyes verdes vora el mar”, pero te las canto igual.



¿Ya te has dormido? Aguanta un poquito más. De debajo de las viñas reconozco una voz familiar, que tonta, en el momento pensé que quizás habías sido tu que me habías seguido sigilosamente procurando que no me pasara nada malo. Pero no, no eras tú… Y en una reacción automática salí corriendo. Corrí como alma que lleva al diablo sin parar y sin saber por qué pero mis piernas y mi orgullo no me permitían parar. Estuve corriendo hasta que el Sol se escondió por la sierra jugando al escondite con la Luna, y  ella al verme cual gacela me echó una carrera, a ver quien aguantaba más sin llorar.
 Aún seguimos corriendo.



Así he llegado a casa cariño, estoy sana y salva. Un poco mojada, con el habitado por todo tipo de bichos, las rodillas sangrando y un poco más viva. No tienes que preocuparte por mí, sólo tienes que acunarme como a un bebé y arrancarme la piel con las uñas cada noche.