Los hombre de mi vida. Todo aquel que conocí y ocupó alguna parte de mi cuerpo le corresponde ese título. Ya sea pecho, separado en pulmón y corazón; Cabeza con su mente, pensamiento y olvido; O piel, y sus poros, escalofríos y sudores. Cualquiera que sobrepasara un poco la línea se convierte en uno de esos hombres de mi vida... que pudo ser y no fue.
Todos ellos no se esconden en un pequeño recodo del cerebro apunto de diluirse y desaparecer, ya que su existencia me crea de cierta manera otro espacio alternativo, un local de jubilo y colección colocado en una ladera de mi espacio craneal que no consigo ubicar. Es una especie de burdel vital y reminiscente. Todos los huespedes, almenos la mayoría, parten de la base del frío del invierno o el sofoco helado del agosto.
Amor. No se nombre, nunca, no forma parte de nuestra fiesta y ni de nuestra historia, pero a modo de secreto, susurrado, os diré que siempre está ahí, en silencio, siendo partícipe pasivo de cada sonrisa, cada palabra o cada carícia. Me guiña el ojo recordándome que está ahí y yo le giro la cara, aunque sé que en todo lo que hago hay gramitos de él.
Uno, el primero, me marcó el patrón desobediente y parafraseado, la rebeldía de una época. Vital, inteligente y con el contrapunto de la mirada indefensa e ingenua. En ese marco de farolas encendidas y la humedad de las cloacas pasamos los primeros años compartidos.
Una vez me salieron alas y conseguí levar el ancla, me convertí en marinera y Colibrí. "Bon vent i barca nova!" tarareaba. Bien calzada y con una bonita mochila de rencores a la espalda, me compré una maleta de piel para guardar todo aquello que me reservaba. Ninguno de ellos acabó por abrirla. Una niña creciendo a la par que su nostalgia, enmascarada en fortaleza y carácter; Carácter, eso si que era vida, cada vez más formado, con más matices y posibilidades. La reina del sarcasmo, y el sarcasmo siempre sienta mejor con una diana de fondo y el hielo de un buen ron. Me hacía mayor y aquel patrón seguía latente, incansable, con más fases y diferentes estilos; Un pendiente, varios pendientes, un peinado, una guitarra, el Rock&Roll... Gracias a él seguía viva, viva en muchos escenarios, en diferentes actos, viva de sentir.
Después de divagar entre cuerpos sin aliento y conversaciones que carecían de interés para mí, llegó el Rock&Roll para recordarle a mi sistema nervioso que podría vibrar junto a él. La guitarra acústica me llevo a viajar a lo alto de una montaña convirtiendo el punto de fuga del horizonte en la tierra que piso. Era divertido y espumoso como una buena birra fría. La eléctrica me puso los pelos de punta y sin comerlo ni beberlo me hizo latir durante unos días. Salté, bebí, toqué y me elevé hasta la luz de aquella farola tan mística como el ambiente de aquel momento. Sí, era libre y bailaba con unos labios recorriendo cada movimiento. Fue curioso y poético, ya que esa historia está escrita y la fui leyendo a la vez que la iba viviendo. En el "Refín" acabó el gran viaje junto con una hormiga. Y de esa manera mi pequeño burdel situado en un lugar secreto de mi memoria iba teniendo cada vez más aforo y más gasto en whisky barato.
Me gusta regalarle escenas de película a los espectadores de la vía pública cuando llueve, unas veces más lúdicas y otras más dramáticas con sobrecarga de emoción y reproches, ganándose así pase VIP a mi pequeña estancia. Con él bailé con los árboles, convirtiéndome en la ninfa más auténtica del lugar acabando el baile en una vieja ciénaga móvil, negociando las bases del contrato residencial.
Otro me amó como amaba a su respectiva amante, quien le amaba incondicionalmente sin saber que éste ya disponía de llaves y sábanas limpias.
Dos de los mejores han acabado muy lejos de aquí, volaron a un mundo mejor donde sus ideas fueran escuchadas y sirvieran de algo. También eran pájaros sin dueño, uno amarillo como el Sol y el otro rojo pasión como sus huellas dactilares en mi piel. Cultura, literatura y una sopa de letras a sorbos en la cuna de nuestra Barcelona a la luz de las cerillas, amarillas. Roja, pasional, carnaval, informal... todo lo que podía desear hasta el momento. Sin jaula, salvaje y sin ataduras, con un nuevo abanico de sabores orientales dignos de un conffeti para el paladar. Quería más pero voló, como indica su naturaleza.
Nos fuimos al otro extremo con las velas y el chocolate desecho, pero no funcionó. De cabeza al burdel! Las flores me provocan alergia y el doble de azúcar ganas de llorar.
Mi maleta está a rebosar y su valor es comparable a la que creó Tarantino en su Pulp Fiction y que Jules Winnfield cuida con su vida. Tengo el convencimiento de que Hansel no es un personaje de ficción, sino que es alguien que seguirá el rastro de mi maleta hasta dar con ella y descubrir, tras varias ecuaciones su número secreto. Una vez abierta tenderá con pinzas de colores todo aquello que encuentre. Cuando alguien ajeno a los hermanos Grimm reciba la llave maestra, sistemáticamente el burdel cerrará sus puertas. Será un lugar emblemático y digno de fotografiar como el Mouline Rouge, donde todos los huéspedes podrán descansar sin que ningún timbre ni cerrojo les vuelva a molestar. Una vez la puerta sea cerrada, otra se abrirá. Aquella que se mantenía cerrada desde el principio de los tiempos, aquella que da al lugar donde se crean las emociones y esas dos palabras tan necesarias para respirar: sístole y diastole.
Toc, toc! Ropa tendida, ropa guardada, movimiento constante y un rinconcito del ático que siempre formará partre de mi.
Vuelvo a atreverme a escribir y eso ya me parece un motivo para sonreír.
Volviendo...

sonriendo estoy! contenta de volver a leerte!
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