Tan triste como la vida de un mosquito o como comer
garbanzos con queso a las dos y cuarto de la mañana. Así se definía ella. Una
chica con la mirada más viva del mundo y a la vez la más desilusionada de su
bloque de pisos.
Des de las alturas
sueña con un mundo mejor, con personas tan vivas como sus ojos, personas
inquietas con mucho amor por regalar. El amor que ella necesita, sin prejuicios
ni etiquetas, ni ningún tipo de reclamo ni explicación objetiva de “lo que
hiciste anoche”. Gente, personas con gafas de colores que piden el número de
teléfono para tomar un café con hielo en una terraza mientras que uno de
ellos explica que, aún ser hombre y tu alérgica, tiene tres gatos llamados: Do,
Re, Mi y se siente orgulloso de ello pensando en un futuro Fa. Él es un hombre que por su aspecto, su sonrisa
y su predisposición en la vida te lleva a tener sexo con él. ¿Qué pasa? ¿Por
qué no? A los hechos me remito. Un sexo al aire libre, divertido y eléctrico
como las chispas que saltan entre ellos, como las farolas de la Barcelona que
los advertía de luces azuladas. Sucio, muy sucio, la verdad es que el lugar no
estaba demasiado limpio y a las chicas no nos gustan ésas cosas… Al día siguiente la volvió a llamar,
¡Sorprendente! ésta vez para comer un helado de Stracciatella, un inocente
helado de nata con pepitas de chocolate que acabó estampado uno en la cara del
otro. No conocemos la nacionalidad de él, en estos momentos ni siquiera la de
ella, caminan mirando y sin mucho pensar en quiénes son, de donde provienen y a
dónde van. Eso a ella le gusta, mucho. Sin corrientes literarias ni
filosóficas, ni románticas, ni racionales y mucho menos empiristas, nada, sólo
individuos y sin banderas. Y todo esto sólo por un número, una correlación de
números que desboca en una chica triste de madrugada, sonriendo lo
in-sonreible, inventándose palabras que a nadie parece importar ni entender,
suspirando fuerte. Aparentemente acompañada por el engaño de amigos que en el
fondo son vacías maquetas sin nada dentro, sin nada en común, ni una complicidad
compartida, nada. La mirada más viva del
mundo apagada por el interior y alrededor de su bloque de pisos.
Ella sigue buscando con la mirada desesperadamente alguien que por favor la saqué de ahí, como lleva haciendo al largo de toda la noche, de todas las noches. Y todo esto soñando des de una perspectiva óptima para dejarse caer al vacío o imaginarse que tras todas esas edificaciones que llega a visualizar quizás hay una persona alegre que se atreve a nadar en un mar con sabor a helado de Stracciatella teñido del color de sus bonitas gafas de colores.
Ella sigue buscando con la mirada desesperadamente alguien que por favor la saqué de ahí, como lleva haciendo al largo de toda la noche, de todas las noches. Y todo esto soñando des de una perspectiva óptima para dejarse caer al vacío o imaginarse que tras todas esas edificaciones que llega a visualizar quizás hay una persona alegre que se atreve a nadar en un mar con sabor a helado de Stracciatella teñido del color de sus bonitas gafas de colores.
No corras, no, no, no, no tengas miedo, no muerde, rasca un
poquito y encontrarás cosquillas.
No aprietes, no, no, no, por favor, le haces
daño, no puede respirar, no arañes que
sangrará.

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