Te engañé,
sí. Todo era mentira, un guión, un ensayo. Sé que me entiendes. Una preparación
tanto tuya como mía para poder salir de aquí, salir de este cubículo húmedo en
el cual un día coincidimos sin mirarnos.
Todo esto lo
he hecho por mí, sobre todo por mí, pero tú también puedes salir ganando; sólo
tienes que coserte la cabeza de cordero degollado y cubrirte con la piel de
lobo que te tengo preparada. Como ves es
un cuento lleno de ventajas, seré sincero, también de mentiras. Yo ya soy un
perro viejo y me he cansado de tu candidez; quiero que aprendas a saber
detectarnos, pero eso como era de esperar no te lo enseñé dada mi condición de
comerciante y mercader de emociones. Te entrené para estar preparada para la
vida, pequeña. Deberías de estarme agradecida.
Todos los
pajarillos que te revoloteaban y querían plantar su nido junto al tuyo ya están
lejos, no puedes hacerte daño. Ya estás de nuevo con la madre tierra teniendo
la perspectiva digna de un carroñero disfrazado de Colibrí. De nada, no tienes
que agradecérmelo. Como último consejo te diré que no te entregues tanto
pequeña. Después todo aquello que dejaste ver, toda aquella pluma que enseñaste
no volverá nunca más a tu follaje que ya no es virgen ni libre de intimidad.
Lo ves, te
has hecho mayor, tienes un baúl lleno de anhelos y sueños bien guardado bajo
llave que nadie te arrebatará porque son tuyos y de nadie más. Creíste conocer
el mío porque aún eras un aprendiz inocente y sonriente con esperanzas en la humanidad.
No te culpes por ello. Estás casi
preparada para recibir el título de “individuo”, de masa homogénea de esta cosa
llamada vulgarmente “vida”.
Has tenido
tus merecidas vacaciones y ahora, para finalizar, solo queda una última prueba.
Te pediré una cosa que no he hecho nunca bajo mi condición de maestro y ahora
no lo haré, sino que lo ordenaré bajo ningún tipo de remordimiento ni empatía,
tal y como dicta el manual de tirano. Cierra los ojos y escucha:
La última
condición es que te entregues a tu profesor en la totalidad de la expresión “En
cuerpo y alma”, el alma ya sabes que lo tengo, así que empezaré a contar suavemente hasta
tres y al acabar de pronunciar la última “ese” quiero todo tu plumaje acariciando
el suelo que nos sostiene erguidos, del cual en breves minutos serás digna de
pisar con total independencia de pensamiento.
Tres.
Ahora ya
estás sola. Tienes el diploma con mi firma dibujado en la piel.
Tú decides, o
te quedas o te cambias.
Enhorabuena pequeña, ya eres una más!
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| No es por maldad, lo juro, es que me divierte el juego. |

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